Ensayo de película cuestión de tiempo
El secreto de la
felicidad
Existe en nuestras vidas la presión por no equivocarse, por
hacer las cosas muy bien hechas desde el primer intento. Como en general no es
tan fácil contar con la perfección instantánea, lo normal es más bien que nos
equivoquemos y ello tiende a generar en nosotros frecuentes condicionamientos,
como por ejemplo el miedo a hablar en público y a expresarse, sentimientos de
inferioridad, pérdida de autoestima, inseguridad. Es bien interesante lo que
plantea la divertida comedia cuestión de tiempo, del notable director Richard Curtis, para llevar
sutilmente al espectador a recibir un profundo mensaje espiritual a través de
situaciones divertidas e imposibles. El viaje a través del tiempo es la
herramienta que se utiliza para corregir las equivocaciones, de tal manera que
dos de los protagonistas, un padre, James (Bill Nighy) y su inseguro hijo Tim
(Domhnall Gleeson) pueden repetir a voluntad situaciones equivocadas hasta
llegar a vivirlas de modo perfecto. ¿Qué puede significar viajar a través del
tiempo, metiéndose en un espacio, cerrando y apretando los puños, y yendo hacia
lugares y tiempos específicos, y hacia situaciones que se han vivido y qué se
quieren cambiar? Pues darse una segunda oportunidad y, si es del caso una
tercera y una cuarta, hasta sentir dominio y seguridad. La espiritualidad yace
en contar con un punto de referencia, con una aspiración de mejora, con un
deseo profundo de vivir sin limitaciones, a plenitud. Bueno, hay que decir que
el viaje en el tiempo, la retroalimentación, la insistencia y la repetición no
lo resuelven todo. Siempre habrá situaciones inesperadas, que sabemos e
identificamos como irrepetibles, ante las cuales el primer contacto es el único
real, siendo por ello la equivocación o la imperfección parte inevitable de la
vida. De esto también se trata en esta película. Naturalmente que la
persistencia, el buen juicio, la paciencia y el respeto por las situaciones
aparecen como mensajes de sanación bastante explícitos en las conversaciones
entre padre e hijo, que no son otra cosa que las conversaciones que tiene
Curtis con los espectadores. En último término, todo es cuestión de tiempo.
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